El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: «Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí», como dice la Escritura: ‘De su seno correrán ríos de agua viva’. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en Él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado. Jn 7, 37-39 Al viento de tu Espíritu, que animó y ordenó, desde el inicio, la creación toda e infundió aliento de vida en todas las criaturas salidas de tu querer y manos, nos colocamos, Señor. Al viento de tu Espíritu, que guió a tus profetas y mensajeros, y a todo tu pueblo -hombres, mujeres y niños-, por los ambiguos caminos de la historia, nos aventuramos, Señor. Al viento de tu Espíritu, que penetró y remansó en el corazón y vientre de María de Nazaret, haciéndola portadora de vida y esperanza, vivimos, Señor. Al viento de tu Espíritu, que se apoderó de Jesús Nazareno y lo llenó de fuerza y ternura para anunciar la Buena Nuev