Sábado VII del Tiempo Ordinario
Quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él
Mc 10, 13-16
La oración es algo que me hace, que me realiza en lo más profundo de mi ser y en relación con los demás, aquello que yo soy ante el Creador, eso es mi oración.
Si me miran bien dichas afirmaciones, lo que se encuentra de común en ellas es la convicción de que la oración no es una actividad comparable con el resto de las actividades que quedan fuera del que las realiza.
Y aunque puedan modificar o enriquecer en algo su personalidad, son actividades de un momento, que consumen una parte de energía y tiempo, para después desaparecer.
La práctica orante es más que una actividad porque sitúa en el nivel de las actitudes más vitales, equivalentes a la propia naturaleza del ser, del que nace la misma posibilidad de obrar.
- foto superior: Lola, mi sobrina nieta, nacida el pasado día 13 -
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