Miércoles VIII del Tiempo Ordinario
Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado
Mc 10, 32-45
Estas en mí, oh Dios. Brillas en los orígenes de mi nombre.
Oyes fielmente la canción de mis años, que a veces es de piedra, a veces es acorde luminoso.
Que nunca la vida me parezca un lugar indiferente.
Que la llama de tu presencia ilumine todo por dentro y pueda yo contemplar tu maravillosa transparencia, dondequiera que te muestres: en el plano liso y en la rugosidad, en los hechos claros y en el enigma, en la alabanza y en la dolorosa contradicción que la vida también asigna.
Al ir y venir somos mapa tuyo.
En la palabra y en el silencio somos semejanza tuya.
Tanto en la fatiga como el descanso descubren en nosotros tu inamovible huella.
Sabemos que en la masa de barro informe colocaste, Señor, el soplo de tu Espíritu que desde los orígenes de los tiempos murmura: "¡Ven!".
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