Jueves XXX del Tiempo Ordinario

 

No cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén
Lc 13, 31-35

Fue un día en que yo no te esperaba,
y entraste, sin que yo te lo pidiera, en mi corazón,
como un desconocido cualquiera, Rey mío,
y pusiste un sello de eternidad en los instantes fugaces de mí vida.
Y hoy los encuentro por azar, desparramos en el polvo,
con tu sello, entre el recuerdo de las alegrías
y los pesares de mis anónimos días olvidados.
Tú no desdeñaste mis juegos de niño por el suelo;
y los pasos que escuché en mi cuarto de juguetes
son los mismos que resuenan ahora de estrella en estrella. 

Rabindranath Tagore, 1861-1941





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