Martes XXXII del Tiempo Ordinario

 


Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer
Lc 17, 7-10

No te rindas, aunque a veces duela la vida, aunque pesen los muros y el tiempo parezca tu enemigo.
No te rindas, aunque las lágrimas surquen tu rostro y tu entraña demasiado a menudo.
Aunque la distancia con los tuyos parezca insalvable.
Aunque el amor sea, hoy, un anhelo difícil, y a menudo te muerdan el miedo, el dolor, la soledad, la tristeza y la memoria.
No te rindas porque sigues siendo capaz de luchar, de reír, de esperar, de levantarte las veces que haga falta. 
Tus brazos aún han de dar muchos abrazos, y tus ojos verán paisajes increíbles.
Acaso, cuando te miras al espejo, no reconoces lo hermoso, pero Dios sí, Dios te conoce y porque te conoce sigue confiando en ti.
Sabe que, como el ave herida, sanarán tus alas y levantarás el vuelo, aunque ahora parezca imposible. No te rindas que hay quien te ama sin condiciones y te llama a creerlo.

José María Rodríguez Olaizola



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