Jueves XI del Tiempo Ordinario
Vosotros orad así
Mt 6, 7-15
Uno de los caminos necesarios para la alegría es el aprendizaje del dolor: no sabemos lidiar con él.
La vida en sociedad nos obliga a esconderlo, disimularlo bien entre los quehaceres, las prisas, el rumor conformista del "tiene que ser".
Nosotros mismos sentimos que esa educación, en nuestra historia, quedó por hacer: nadie nos dice cómo se abraza y se trabaja el dolor.
Nadie se arriesga a afirmar: "Este dolor incluso te va a ser útil".
No solo el dolor físico sino sobre todo el otro, el dolor de la fragilidad, el dolor antiquísimo para el cual no tenemos palabras, el dolor de los miedos que nos machacan, el dolor del abandono primordial, el dolor de nuestros fracasos personales.
Quizá sería preciso comenzar por ver el dolor no como un obstáculo, sino como un camino.
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