V Domingo de Pascua

 

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en Él. Si Dios es glorificado en Él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.
»Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros».
Jn 13, 31-33a. 34-35

    ¿Un mandamiento nuevo? En realidad no es nuevo. ¡Es tan antiguo como Dios! Y Dios es infinito: “'Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin,' dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Ap 1, 8). No es algo nuevo. Tanto en Levítico (19, 18) como en Deuteronomio (6, 5) encontramos el mandamiento de amar, en el primer caso al prójimo y en el segundo al Señor nuestro Dios. El mandamiento de amar es el corazón de la Torá . El corazón de la fe hebrea. Lo que sí es nuevo es que ahora viene de la encarnación de Dios. Viene de la persona de Jesús de Nazaret, de Dios hecho carne. El mandamiento de amar sale de la boca de Jesús. Venta de la vida, muerte y resurrección de Jesús quien es “Dios con nosotros” (Emanuel) (Mt 1, 23). Sabemos por el Antiguo Testamento que Dios nuestro Señor es “misericordioso y clemente, lento para la ira y grande en misericordia y verdad” (Sal 86, 15). El amor de Dios que se proclama en el Antiguo Testamento es, pues, fiel y verdadero. Pero hoy conocemos a este Dios personalmente. Lo conocemos porque nos ha mandado a su único hijo. Entramos en este amor por medio de Jesucristo. Entonces para nosotros y nosotras es un mandamiento nuevo.



Feliz domingo



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