25 de enero: Conversión de Pablo, apóstol

 


«Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad; me formé a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la ley de nuestros padres; he servido a Dios con tanto celo como vosotros mostráis hoy. Yo perseguí a muerte este Camino, encadenando y metiendo en la cárcel a hombres y mujeres, como pueden atestiguar en favor mío el sumo sacerdote y todo el consejo de los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y me puse en camino con el propósito de traerme encadenados a Jerusalén a los que encontrase allí, para que los castigaran.
Pero yendo de camino, cerca ya de Damasco, hacia mediodía, de repente una gran luz del cielo me envolvió con su resplandor; caí por tierra y oí una voz que me decía:

“Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?
Yo pregunté:
“¿Quién eres, Señor?”.
Y me dijo:
“Yo soy Jesús el Nazareno a quien tú persigues”.
Mis compañeros vieron el resplandor, pero no oyeron la voz que me hablaba.
Yo pregunté:
¿Qué debo hacer, Señor?
El Señor me respondió:
“Levántate, continúa el camino hasta Damasco, y allí te dirán todo lo que está determinado que hagas”.
Como yo no veía, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me llevaron de la mano a Damasco.
Un cierto Ananías, hombre piadoso según la ley, recomendado por el testimonio de todos los judíos residentes en la ciudad, vino a verme, se puso a mi lado y me dijo:
“Saúl, hermano, recobra la vista”.
Inmediatamente recobré la vista y lo vi.
Él me dijo:
“El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, veas al Justo y escuches la voz de sus labios, porque vas a ser su testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído. Ahora, ¿qué te detiene? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su nombre”».
Hch 22, 3-16

Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
Mc 16, 15-18

    La conversión altera nuestra vida y sin conversión, no hay predicación del Evangelio. Podemos dar testimonio de nuestra vida piadosa y cumplidora, aunque el anuncio del Evangelio, la buena noticia de la Salvación, es otra cosa. Anunciar la Buena Nueva nos lleva hasta lugares no transitados anteriormente, nos desacomoda y nos envía a la misma misión a la que Pablo fue enviado. Tenemos que abandonar nuestros proyectos, dejar por anticuados nuestros esquemas y salir de nuestra aparente tranquilidad; tenemos que recorrer caminos ignotos y llegar hasta las fronteras, allí donde se ha escuchado distorsionado su mensaje al abordar únicamente el contenido de la ley sin ofrecer gestos de amor.


- Himno del Oficio de Vísperas en este día -

A mi hermano en el ministerio, Daniel, IERE;
en el día de su cumpleaños.



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