I Domingo de Adviento
Jesús tomó en serio las preocupaciones sobre el fin de la gente de su momento, pero no fogoneó el miedo con imágenes terribles. Tampoco ridiculiza el concepto de un juicio, como quizás les gustaría a quienes hoy consideran que no es conveniente hablar de juicio y condenación, pues “Dios es todo amor”. Lejos de esa banalización de la seriedad de la responsabilidad que Dios ha puesto en nuestra persona, el texto de hoy nos muestra que Jesús enseñó cómo encarar la vida, el paso del tiempo y la expectativa de un final. Velar y estar preparado/a para esa “sorpresa” implican una vida en la que ponemos un ojo en el Señor que vino, está con nosotros/as y vendrá en gloria; y el otro ojo en quienes viven alrededor nuestro ya quienes nos debemos en amor. Hablar de preparación se refiere a una manera de vivir según la voluntad de Dios. Vivir como si Jesús ya estuviera con nosotros/as. Y de hecho el condicional podría se transforma en realidad: efectivamente, él ya está con nosotros/as. Esa certeza de vivir constantemente con Jesús puede moldear nuestra actitud y nuestras acciones y nos puede impulsar a anunciar a Jesucristo ya practicar la solidaridad con sus hermanos/as más pequeños/as.
Feliz domingo de Adviento


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