Lunes XXIX del Tiempo Ordinario
¿De quién será lo que has preparado?
Lc 12, 13-21
"No os inquietéis por la vida" es lo que tú nos dices, Jesús.
Y eso nos parece la cosa más paradójica que podemos oír, porque no nos liberamos nunca de las preocupaciones, que se convierten, casi sin darnos cuenta, en el gran motivo de nuestra existencia.
Tú insistes: "No os preocupéis". A veces, parece que la única cosa que sabemos hacer bien es preocuparnos.
Dejamos de saber crear, planear, proyectar. Dejamos de sonreír sin más, de estar gratuitamente con los otros, de pasear sin porqué o de rezar sin tiempo.
Tan solo sentimos el peso crudo de la vida, la responsabilidad nerviosa de casa cosa, echando cuentas, buscando seguridades.
Pero tú, Jesús, insistes: "La vida es más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido".
Si no sentimos eso como una verdad que apasiona, que salva, entonces agotamos la vitalidad del don en una lucha inútil.
Es cuando percibimos que la vida es más que dejamos vivir tan obcecados con lo mínimo, tan prisioneros de los pormenores ridículos que nos esclavizan.
Andamos como hormigas en la vereda, administrando granitos como si fuesen toda la realidad.
Tu propuesta, Jesús, es simple: "Mirad los lirios, cómo crecen; no trabajan ni hilan; pues yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos".
Enséñanos, Señor, que la espiritualidad no es, de hecho, sino una preocupación entre otras.
La espiritualidad verdadera es la que se experimenta en el abandono y solo ahí.
José Tolentino Mendonça


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