Jueves XXVIII del Tiempo Ordinario
Los profetas se opusieron a las obras rituales carentes de la intención de la fe. Sus sucesores en tiempos de Jesús lucharon también contra las obras morales vacías de la intención de la fe; a ellos pertenecían los grandes maestros fariseos e incluso el propio Jesús. San Pablo y la teología paulina depreciaron las obras de la fe, que es la exigencia de los que anuncian lo que agrada a Dios, desde los primeros profetas de la Escritura hasta el Sermón de la montaña. Pero desde Agustín hasta los Reformadores se era más proclive a entender la fe como don de Dios. Esta concepción sublime, con todo lo que lleva anejo, tuvo como consecuencia que se oscureciera el misterio israelita del hombre como interlocutor autónomo respecto a Dios.
Martin Buber, 1878-1965

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