Martes XXV del Tiempo Ordinario

 

Mi madre y mis hermanos son estos:
los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen
Lc 8, 19-21

Señor Jesús, danos un corazón generoso como el tuyo, dispuesto a entregarse cada día, al servicio de los hermanos.
Un corazón sensible ante la presencia del pobre que pasa a nuestro lado, hambriento de pan y de cobijo, de salud y de la libertad, de escucha y de acogida, de fe y de esperanza, de alegría, de cariño, de comprensión.
Que no nos empeñemos en buscarte donde no estás, mientras perdemos, Señor, la oportunidad de encontrarte cada día en estos hermanos y de invitarte en ellos a nuestra mesa, con el mismo amor con que tú nos invitas a la tuya.

Ángel Sanz Arribas



A mi hermano en el ministerio, Nando, cp;
en el XIX aniversario de su profesión perpetua.





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