Domingo XXII del Tiempo Ordinario
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido
Lc 14, 1. 7-14
Yo me atrevo, Señor, a suplicarte,
y levanto los ojos hasta el cielo,
liberado del miedo de encontrarte,
despojado mi ser de su recelo.
Concédeme el deseo de imitarte,
que mi orgullo se funda con el hielo,
y me alce renovado desde el suelo,
inundando de gracia al encontrarte.
Félix Mansilla y Arcos
Feliz domingo
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