III Domingo de Cuaresma

 

En aquel tiempo, llegaron algunos que contaron a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Les respondió Jesús: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo».
Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?’. Pero él le respondió: ‘Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas’».
Lc 13, 1-9

El mundo está contaminado por el pecado social, que exige una conversión personal al interior de nuestras vidas que nazca del arrepentimiento; no de la culpa, sino de reconocer los caminos equivocados y reorientarse hacia el camino de Dios. No se puede romper la relación misericordiosa que tiene Dios con la humanidad. La conversión es una invitación a restaurar esa relación desde el amor y la misericordia.

Elizabeth Gareca Gareca


Feliz domingo



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