Viernes VII del Tiempo Ordinario
El matrimonio no es una institución inherentemente santa. Y no se puede santificar por arte de magia; no lo puede hacer el gobierno ni un sacerdote y ni siquiera la iglesia. Más bien, el matrimonio es una relación que es hecha santa, o sacramental, cuando refleja el amor vivificante y autosacrificial de Jesús. Todas las relaciones y vocaciones -matrimonio, amistad, soltería, paternidad, asociación, ministerio, votos monásticos, adopción, vecinos, familias, iglesias- les dan a los cristianos la oportunidad de reflejar la gracia y paz del reino de Dios, sin importar cuán torpe o imperfectos sean. Que dos personas se comprometan no solo en matrimonio, sino a una vida de amor mutuo en imitación de Cristo es tan asombroso, tan misterioso, que se acerca al amor obstinado de Jesús por la iglesia.
Comentarios
Publicar un comentario