Viernes XXXI del Tiempo Ordinario
Los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz
Lc 16, 1-8
La predilección divina por los últimos, los más humildes y los más pequeños de la historia no significa que Dios opte únicamente por los pobres. El amor de Dios es universal, no exclusivo; pero sí significa que Dios concede una atención particular a los que sufren la injusticia y trata de aliviar su situación, lo cual supone además que, al amar a los opresores, los llama a convertirse.
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