Sábado XXVII del Tiempo Ordinario

 

Bienaventurado el vientre que te llevó
Lc 11, 27-28

No siempre acertamos con los halagos, y aquello que se dice para complacer puede no agradar tanto como se desearía. Algo así le sucede a Jesús. Una mujer anónima, al escuchar sus palabras, se imagina el orgullo que la madre del Maestro tiene que sentir. Por eso grita un cumplido que se parecería a nuestro "¡viva la  madre que parió!" Pero la grandeza de María no está en el hecho de ser una madre biológica, como a veces podríamos pensar, sino en el hecho de que toda su vida fue escucha y acogida de la Palabra de Dios. Y nosotros, cuando nos fijamos en María, ¿en qué pensamos? ¿En su maternidad o en su obediencia al Señor?

Ianire Angulo Ordorika, ESSE


A mis hermanos Javier y Juan,
en el XI aniversario matrimonial.

A mis hermanos Fernando, Koldo y Daniel,
en el IX aniversario de nuestra ordenación presbiteral.

A mi sobrina Beatriz,
en el VII aniversario de su nacimiento al cielo...



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