1 de noviembre: Todos los Santos

 

En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».
Mt 5, 1-12a

    Jesús nos llama a participar en un reino radical. Él nos da una visión radical para corresponder, que el reino de los cielos se infiltra en nuestro presente. Podemos continuar la pesca de la gente, predicando el evangelio del reino en un gran costo para nosotros, luchando contra los poderes opresivos en nombre de Jesús. Podemos sufrir por amor de Jesús y el Evangelio, con la seguridad de que Dios tiene la última palabra. Cuando vemos a las personas que reciben la palabra de Dios, y la búsqueda de la curación y la libertad en nombre de Jesús podemos anunciar, “el reino de los cielos se ha acercado.”

- Himno del Oficio de Vísperas para este día -

Oh Cristo, Redentor del mundo, aplácate por los ruegos de la bienaventurada siempre Virgen María, y guarda del mal a tus siervos.

Y vosotros, el ejército sacratísimo de los ángeles, ahuyentad todos los males pasados, presentes y venideros.

Oh, apóstoles del Señor y Profetas del Juez, eterno, imploramos humildemente vuestra plegaria, para alcanzar nuestra salvación.

Oh, insignes mártires de Dios y confesores clarísimos, trasplantadnos al Cielo, por medio de vuestras preces.

Y el coro de las vírgenes santas, junto con todos los monjes, nos consigan participar de la herencia de Cristo, en comunión con todos los Santos.

Unidos, pues, a vuestras voces, glorifiquemos, jubilosos, a la Trinidad beatísima, con la alabanza que merece. 

Amén.



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