18 de agosto de 1936...

 

Federico García Lorca
1898-1936

EUSEBIO MARTINEZ BETETA
(Jaca, 1967)

A Federico García Lorca

¡Lo han fusilado! ¡Qué triste!
Negros canes de la muerte sin parar de aúllan,
el aire huele a pólvora, a salitre, 
a miedo, sudor y amargura.
El cielo se ha quedado sin estrellas,
no han querido ser cómplices,
ni iluminar con luz certera,
a asesinos tan viles.
La luna ha ido a lavarse,
a la fuente,
su manta de azabache
manchada con la sangre de un inocente.
Han fusilado a Federico, 
al poeta de Granada,
aquel que la llevó al río
creyendo que era casada.
Hoy le han llevado al barranco,
donde tantas veces jugaba,
a ser poeta entre nardos,
a entender la desnudez del alma.
Durante unos segundos de dolor,
la tierra ha enmudecido,
ha contenido la respiración,
sin poder creer lo que ha visto.
Bernarda de Alba
ha dejado sus bodas de sangre
y de Yerma acompañada,
ha ido a enterrar su mustia carne.

Nadie lo ha encontrado,
dicen que está en una fosa común,
donde se esconden muchos pecados, 
odios y prejuicios de una juventud.
¡Tú, que hiciste un romancero gitano,
a la vez que el cante hondo, poesía,
que quisiste verdes a los que tenias al lado,
que elevaste a mito a Sánchez Mejía!
¡Tú que fuiste poeta y profeta en Nueva York
y tu nombre, referencia en el mundo entero!
¡Con qué pocas monedas pagaron la traición!
Viles verdugos, víctimas de sus propios miedos.
Hoy mi pluma derrama sangre,
envuelta en lagrimas de tinta oscura
al no poder llevarte
ni un pequeño clavel en tu nombre.

Nadie quiso ver tu pena,
nadie escuchó tus palabras,
nadie vio tu sangre sobre la arena
esa lúgubre madrugada.
Pero tu nombre se nombrará más cada día,
tu nombre nunca será olvidado
hasta que otra guerra fratricida
mande a otro poeta inocente, al cadalso.
Ojalá que tu muerte abra conciencias
y descubran que asesinar a un pobre escritor,
es cortar la cabeza que piensa,
es dejar a un pueblo sin voz.
Ojalá no haya nunca más una guerra
ojalá que todo sea distinto
y tu nombre quede en la tierra
como el ultimo porta mártir, Federico.


Los guías sabios brillarán como el esplendor del firmamento,
y los que enseñan a muchos la justicia, resplandecerán como estrellas por toda la eternidad

Dn 12, 3

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