Viernes XIV del Tiempo Ordinario

 

No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre
Mt 10, 16-23

    Las lagrimas testimonian que el hombre no está hecho para lo inevitable. Son oración, imploran, señalan una vida más fuerte que la muerte, un amor más fuerte que la separación y que el odio. La piedra que sella el santuario del corazón e impide que alcance la luz de los ojos se disuelve en el agua bautismal de las lagrimas. Las lágrimas son un amargura iluminada. Reclaman un sentido misterioso cuando el no sentido parece nos abruma. Las lágrimas han traspasado por la fe la posibilidad de lo imposible.



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