Martes XVI del Tiempo Ordinario

 

Señalando con la mano a los discípulos, dijo: "Éstos son mi madre y mis hermanos"
Mt 12, 46-50

Cuando muerdo una manzana
sabrosa y sana,
bendigo a Dios.
Cuando el gajo
lleno de agua dulce y clara
me deleita,
noto en mí que soy poeta,
nombro a Dios.
Cuando el trueno me estremece
siento yo que empequeñece
al estruendo del cañón.
¡Que ridículas guerras
de los hombres, si en la tierra
los volcanes vomitaran mortal lava,
y los rayos nos partieran
las ciudades, las aldeas, los palacios y las chozas
de los crueles, de los fríos!...
Cuando el mar
lanza sus olas
a las rocas,
cuando el viento sobre el río
atropella el caserío
y la huerta y el trigal.
Solo Dios tiene la fuerza,
nada más.
Cuando el huracán deshace
la ciudad de veinte siglos,
la ciudad,
veo al hombre tan mezquino,
tan débil, tan apagado;
y todo es
que se ha olvidado
de querer a su Hacedor.
Cuando los hombres cristianos
me enseñan sus enemigos,
sufro un dolor de martirio.
¡No se es cristiano si hay odio!
Y como solo soy pobre,
y nada tengo que sobre
en mi vivir trabajando;
solo sé que voy dejando
versos por huella con llanto.
Solo sé,
que sé ya tanto,
que solo Dios
se merece
nuestra sangre y nuestro canto.
Y como solo soy pobre,
y poeta,
ya sé yo
que solo Dios se merece
nuestra sangre y nuestro amor.
Cuando muerdo una manzana
sabrosa y sana,
bendigo a Dios.

Gloria Fuertes, 1917-1998


A mi madre, Luisa;
en el día de su cumpleaños... en el cielo.

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