Miércoles XXXI del Tiempo Ordinario

 


Aquel que no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo mío
Lc 14, 25-33

Una llamada oscura estoy oyendo,
dentro del corazón y me despierta.
Abriendo mis oídos y latiendo,
tengo de pronto todo el ser alerta.
No pregunto quién es: llega el amigo
y salgo a recibirlo hasta la puerta.
Viene gozoso para estar conmigo.
Palabras y silencios. Compañía.
Todo está en paz. No hay ningún testigo.
Pasa el tiempo sin tiempo. Noche y día.
La vida se detiene deseando
que dure para siempre esta alegría.

Elvira Sánchez del Valle



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