En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo». Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre».
Jn 6, 51-58
Comer la carne/cuerpo y beber la sangre de Jesús implica abrirse al otro cuerpo, celebrar el otro cuerpo, y darse al otro cuerpo como muestra del amor de Dios que habita en todos los cuerpos. Pero para esto es justo y necesario que nuestras “liturgias des-corporizadas” y “espiritualoides” abandonen sus miedos, sus temores y sus aberrantes pretensiones de querer normar a cada cuerpo, suprimir los deseos que produce el cuerpo, y sobre todo, condenar al cuerpo que se atreve a experimentar placer y goce. Solo la persona que abrace su cuerpo y experimente placer, dolor, alegría y deseo podrá entender la propuesta revolucionaria de Jesús: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna” (v. 54), o como podríamos decir también: “El cuerpo que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida plena.”
Dadles vosotros de comer Mt 14, 13-21 El pobre será juzgado según el uso que haya hecho de vuestra limosna, y vosotros...vosotros seréis juzgados por la limosna que habríais podido dar y que no disteis. Juan Bautista María Vianney, 1786-1859 (santo Cura de Ars) A mis hermanos y hermanas sacerdotes de todas las confesiones cristianas.
Que gozo da cuando una pequeña obra en numero de paginas esconde un contenido tan grande y profundo. Esto es lo que el diacono Rubén, IERE; ha conseguido al plasmar en 96 pagina su celo por la predicación y la necesidad de que esta sea con contenido y que este contenido sea fruto del trato diario con la Palabra de la presencia de Dios en la vida de cada uno. Es un libro valiente. No solo porque a los curas no somos buenos receptores de consejos de este tipo (en ocasiones somos algo subiditos con respecto a nuestra forma de predicar) sino que incluye en la responsabilidad que todo bautizado tiene en lo concerniente de dar testimonio de su Fe. Citando al autor nos deja claro que "Todos poseemos vocación para algo, talentos innatos y, según sea cada caso, el llamado para ejercer un determinado ministerio dentro de la Iglesia. Esa llamada interior es la vocación. Esa llamada interior es el impulso innato que nos dirige hacia una determinada act...
La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío Jn 20, 19-23 La parroquia católica romana de Cristo Rey y en su nombre su párroco Samuel han convocado, en el marco de la semana de preparación al domingo de su titular, a las confesiones cristianas que peregrinamos en Zaragoza a una oración por la paz. Os esperamos.
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