Lunes XXIV del Tiempo Ordinario

 

Ni en Israel he encontrado tanta fe
Lc 7, 1-10

La voluntad de Dios es lo que Cristo hizo y enseñó:
la humildad en la conducta, la firmeza en la fe, la moderación en las palabras, la justicia en las acciones, la misericordia en las obras, la rectitud en las maneras; ser incapaz de hacer mal, pero poderlo tolerar cuando se es la víctima, conservar la paz con los hermanos, amar al Señor con todo el corazón, amar en él al Padre y temer a Dios, no preferir nada a Cristo, porque él mismo nos prefiere a nosotros; unirse inquebrantablemente a su amor; abrazarse a su cruz con fuerza y confianza; cuando hay que luchar por su nombre y su honor, mostrar la constancia en nuestra confesión de la fe; mostrar, en la tortura, la confianza que sostiene nuestro combate, y en la muerte, la perseverancia que nos obtiene la corona.
Es decir, querer ser coheredero con Cristo.
Es decir, obedecer el mandamiento de Dios.
Es decir, hacer la voluntad del Padre.

Tascio Cecilio Cipriano, 200-258
(san Cipriano, obispo y mártir)




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